Quienes nos interesamos por comprender mejor una determinada cadena indivisible de hechos lapidados en la historia, apelamos a la vida y a la obra de los hombres y las mujeres que desempeñaron un rol protagónico en la conducción de las voluntades con gredas y en la ejecución de los consensos establecidos. Esta vez no será la excepción, aun cuando no son los individuos, si no los sujetos en su conjunto los constructores de su futuro. José María Carbonell será nuestro personaje y con el haremos del pasado una realidad de nuevo. Su voluntad insoslayable de enfrentar con esperanza el despotismo y la declinación ante el régimen colonial, manifiesto en la figura administrativa y la potestad de la corona española, pero también contra la exclusión de aquella figura denominada peyorativamente por los privilegiados como la muchedumbre, continua presente en la memoria del pueblo que se congrega nuevamente, tras dos siglos de lucha continua e impostergable por lograr dos cosas: decidir sobre su futuro y actuar para la redención ante la barbarie. La obra de Carbonell se resume en el llamado para la instauración de una junta popular, que le diera potestad, le brindara legitimidad a la opinión de las clases desarraigadas y oprimidas, en contraposición a la junta de los verdugos nativos; excluyente y aristocrática, donde se observara la pulcritud de las fachadas y se obedeciera a sucios interés mezquinos de egoísta espíritu.
El 19 de julio de 1816, este hombre, fue degollado en la capital, por órdenes del “pacificador” Morillo, debido al atrevimiento imperdonable de haberse sublevado ante la corona y la hipocresía de la naciente y en proceso de conglomeración, oligarquía criolla1. Su delito es hoy un derecho de todos los pueblos. La rebelión es el mejor antídoto contra la degradación y la cura más indicada para sanar las disputas entre un estado ilegitimo y el clamor de todo un pueblo que reclama paz, libertad y justicia social.
En la voz de más de 16000 personas se escuchó en la capital, el 19 de julio del año en que conmemoramos nuestra gesta por la definitiva independencia, el eco de esta reflexión, que retomó la figura organizativa de la cual sería partidario Jose Maria Carbonell. Desde ese día hasta el 21 de julio, se congregaron en diferentes lugares del país, cientos y miles de personas para demostrarle al mundo que la espada con la que lucharía Bolívar y la palabra de Carbonell que gestaría el fuego insurreccional del pueblo, continúan en alto junto a la reivindicaciones propias de las clases populares que se proponen la construcción de la democracia y de la justicia social.
La Marcha patriótica retoma los anhelos ancestrales del pueblo colombiano que continúan siendo el componente esencial para la solución del conflicto social y armado por el que atraviesa nuestro país, la necesidad de lograr una solución política que permita una reconfiguración en la organización estatal y en las políticas adoptadas para hacerle frente a la descomposición del tejido social y a los problemas estructurales que agobian a la nación. Por medio de la marcha y con la instauración de los 10 cabildos temáticos, los diferentes estamentos sociales debatieron, socializaron y elaboraron una puesta programática que dio como resultado la elaboración de la PROCLAMA POR LA NUEVA INDEPENDENCIA a través de los memórales de agravio que se construyeron en cada uno de los cabildos y que dieron paso a la instauración del CABILDO NACIONAL Y PERMANENTE, como escenario de encuentro para continuar con las propuestas elaboradas a desarrollar en cada una de las regiones , que desemboquen en actividades que promuevan la movilización y la puesta en marcha del PARO CIVICO NACIONAL que se llevara a cabo el próximo año2.
Junto a este evento de gran envergadura, se desarrollaron simultáneamente otras actividades lideradas por diversas organizaciones, para visibilizar y dar a conocer otra lectura a la realizada por el gobierno tirano y apátrida de Álvaro Uribe Vélez junto al presidente electo, Juan Manuel Santos, representantes de esa elite vende patria que permitió el uso de sus bases militares y el ingreso de la fuerza militar norteamericana, fracturando nuestra soberanía y pisoteando una vez más nuestra capacidad de autodeterminación, sin dejar a un lado los crímenes de lesa humanidad que han cometido a lo largo y ancho de nuestro territorio como el dislocamiento del patrimonio nacional dado en la explotación que realizan las empresas extranjeras sobre nuestros recursos naturales y de nuestra mano de obra, realizando privatizaciones a ultranza y socavando la calidad de vida de todos y cada uno de nuestros compatriotas.
El movimiento social y político cuenta con el reto de superar la dispersión, para lo que requiere erradicar algunas prácticas comunes que conducen al sectarismo y la exclusión mutua entre proyectos que coinciden en la necesidad de dar por finalizada la era del neoliberalismo, del terrorismo de estado y del dominio de la oligarquía que ha lesionado con creces la dignidad y los intereses mayoritarios.
Solo mediante la voluntad y la acción colectiva podremos transformar la realidad nacional y sumarnos a la corriente que se continúa gestando en Latinoamérica para constituir una fuerza por la hermandad y la solidaridad entre los pueblos que se libran progresivamente de la inherencia e intervencionismo norteamericano y en el sendero del socialismo del siglo XXI.
Por: Ivan Ramiro