jueves, 10 de junio de 2010

EL VOTO, EL MIEDO Y LA ESPERANZA

Por: César Rodríguez Garavito


"LA GENTE RESPONDE MÁS AL MIEDO QUE AL AMOR", dijo Richard Nixon hace tiempo, al explicar por qué sus campañas políticas buscaban sembrar dudas y temores en los electores.


Nixon sabía lo que decía. Al fin y al cabo, pasó a la historia como el padre del juego sucio, en el que andaba cuando lo cogieron con las manos en la masa espiando a sus rivales en el hotel Watergate.
Los gurúes de la estrategia política y la propaganda negra tienen clarísima la lección de Nixon: si no puedes convencer a tus votantes, asústalos. Por eso el miedo se coló en las elecciones presidenciales colombianas: el susto al “salto al vacío” que pregonan los jinetes del apocalipsis, esas fichas del Gobierno que pasan por columnistas independientes.
Los sorprendentes resultados de las elecciones del domingo ya han sido comentados por los analistas electorales de profesión. Que los primivotantes no salieron el domingo, explican. Que los verdes cometieron errores costosos, añaden. Y recuerdan que las maquinarias de la U están bien aceitadas, que el país sigue derechizado y que la popularidad de Uribe es más endosable de lo que se pensaba.
Tienen razón los comentaristas, pero creo que su explicación es incompleta. Yo, que no me dedico al análisis electoral sino al social, lanzo una hipótesis adicional: la estrategia del miedo funcionó en la primera vuelta. En las últimas semanas, mucha gente que iba a votar por Mockus simplemente se aculilló y cambió su candidato; o recordó el consejo popular de “ante la duda, abstente” y no salió a votar.
¿Miedo a qué? A los cocos que siguen eligiendo presidentes en Colombia. Pavor a las Farc, cuyo efecto perverso se cuenta no sólo en muertes y secuestros, sino en la perpetuación de una clase política corrupta. Recelo frente a Chávez, quien en su otoño patriarcal precisa colegas beligerantes en el vecindario que le ayuden a justificar su existencia. Recelo frente a lo desconocido, así sea absurdo, como los cuentos de horror sobre la pederastia o el ateísmo de los verdes.
El problema es que el temor es un pésimo consejero en la toma de decisiones, como lo han mostrado los psicólogos y los economistas. Por ejemplo, el trabajo clásico de Daniel Kahneman, que le valió el Nobel de Economía en 2002, muestra que los seres humanos tomamos opciones irracionales por miedo a perder algo y que nos importa mucho más no experimentar una pérdida que lograr una ganancia. Puesto en cristiano, la sabiduría popular ya lo había dicho: más vale malo conocido que bueno por conocer.
Los políticos tradicionales y sus estrategas saben esto muy bien. Por eso el miedo es la carta que se juegan en lances difíciles. Basta recordar cómo Bush logró la reelección de su lamentable gobierno asustando a los estadounidenses con la guerra de Irak. De hecho, la cultura política norteamericana está dominada por el temor, como lo ha mostrado el sociólogo Barry Glassner en un conocido libro, La cultura del miedo: por qué los estadounidenses les temen a las cosas equivocadas. La respuesta de Glassner a la pregunta del título es contundente: “porque aquellos que activan nuestras inseguridades morales, ganan con ello poder y riquezas inmensos”.
Los mercenarios de la angustia, los estrategas de la propaganda negra criolla, conocen todo esto de primera mano y son expertos en el arte de oprimir los botones del temor. Por eso, el miedo es una de las emociones decisivas en estas elecciones. También por eso la otra emoción clave es su único antídoto conocido: la esperanza. En últimas, las cifras de la segunda vuelta dependerán, al menos en parte, de si los indecisos votan asustados o esperanzados.
*Miembro fundador de Dejusticia (www.dejusticia.org).


http://www.elespectador.com/columna-206216-el-voto-el-miedo-y-esperanza

VAYA UNO A SABER

AL PRINCIPIO PENSÉ QUE DETRÁS DE Uribe estaban “los que no se rinden” a la justicia colombiana: el general retirado Rito Alejo del Río —íntimo del Alemán—; el “héroe de Invercolsa”, Fernando Londoño, y el siniestro Plinio Apuleyo Mendoza.


No me equivocaba, pero la cosa era peor. Detrás del trono estaba —y está— José Obdulio Gaviria, ahora también al lado de Juan Manuel Santos. Así, la cosa era grave, pero más al fondo ya es siniestra: quien está detrás de todos los nombrados es J.J. Rendón, experto internacional en “rumorología”, es decir, en levantar y divulgar chismes y mentiras sobre una persona, un partido, un gremio. No tiene ningún escrúpulo. Inventa y echa a correr cualquier rumor que le sirva: que fulano es de las Farc, que zutano es marica, que perencejo es basuquero. Fabrica una imagen al destajo, la divulga y cobra por ello. Debe cobrar por kilos. Ahora entiendo por fin el origen de los correos que nos escriben entre otros a Felipe Zuleta, a Ramiro Bejarano y a mí, todos iguales y diciéndonos lo mismo: maricas, basuqueros, terroristas. Lo dicho: se originan en las mismas oficinas de donde se chuzan los teléfonos.
En 2007 hubo en el Congreso un debate sobre este bandido internacional citado por un pariente del Presidente, Nicolás Uribe. Wilson Borja lo acusó de vincular a Carlos Gaviria y a Carlos Lozano con las Farc; el malogrado Castro Caicedo sugirió que J.J. tenía relación con el atentado a Vargas Lleras; Manuel José Vives denunció la relación de Rendón con José Obdulio y con Bernardo Moreno. Las piezas casan. En 2007 era ministro de Defensa Santos y J.J. era asesor del Ministerio desde 2006. Por esos días el DAS hacía de las suyas con la llamada “inteligencia ofensiva”, que no es otra cosa que una de las técnicas del terrorismo de Estado. Más claro: detrás de todo el escabroso tema de las chuzadas del DAS —que llevan por la ley de la gravedad hasta el Palacio de Nariño— debe estar J.J., como está H.H. detrás de la masacre del Naya. Más al fondo, siendo asesor del Ministerio de Defensa, también puede ser el “inventor de la metodología” de los llamados falsos positivos, que son asesinatos a jóvenes desempleados. Pero J.J. no sólo montaba operativos de “guerra política” que son parte de ella, también creaba imágenes heroicas para lavarles la cara y las manos a las FF. AA. Y lo logró: los soldaditos empujándole el carro viejo a la señora sepultaban los muertos de Ocaña, la mano de Iván Ríos y el cuerpo en pijama de Reyes en Lago Agrio. Una de las consecuencias de esta transustanciación es que el país no sabe a ciencia cierta qué es una cosa y qué es otra, porque todas son imágenes mediáticas construidas ex profeso. El efecto champú. ¿Qué hay de cierto en las bajas de insurgentes que presentan los generales? ¿Qué hay de real en los avances militares de la tal Seguridad Democrática? ¿Son una imagen ad hoc o son reales? ¿Qué guerra se está ganando y contra quién? ¿El clima bélico que vive Colombia con Venezuela y con Ecuador es producto de una estrategia de la rumorología para ganar una campaña electoral, así como el Caguán fue el caballito de batalla de Uribe para llegar a la Presidencia y sostenerse ocho largos y sangrientos años? ¿Qué realidad estamos viviendo, la creada por J.J. y sus técnicas, o la creada por unos hechos cada vez más desconocidos? Y alargando el caletre, y ya metidos en el reino de la ficción: ¿No somos víctimas de una esquizofrenia elaborada a conciencia por la trinca J.J.-Santos-Uribe? ¿Qué país real nos deja Uribe y qué país imaginario nos van a crear si se elige Santos? ¿Y si no se elige llegará por fin la hecatombe? Corren ya rumores de que si gana Mockus, los militares darían un golpe. ¿Será Santos el mismísimo Uribe? ¿O J.J. será José Roberto Prieto Uribe, el nuevo gerente de la campaña Santos Presidente, que no se rinde a la Corte Suprema de Justicia escapándosele a un fallo por fraude judicial? Vaya uno a saber.
A propósito: los dirigentes campesinos de Suárez, donde hubo una masacre hace pocos días, recibieron la siguiente amenaza, que por el estilo hace pensar que cambiaron de redactores en la oficina donde las ordenan hacer: “Nomads ddhh cut sintra unicol cric pcn latoma buenos aires polo hp auxiliadores de las milicias los tenemos no vamos a fallar bere olachiqui diego escbar wilsom machet jose milciades felician valencia goyes emriq licifredi edwar recheche villegas senen plutarco ibestrujillo att aguilas negras nueva generac”.

fuente:http://www.elespectador.com/opinion/columnistasdelimpreso/alfredo-molano-bravo/columna202147-vaya-uno-saber

DOS SUCESOS DE LA POLÍTICA

Con el inicio del mes de Junio de éste año la actualidad política ha traído consigo numerosos sucesos que dejan tras de sí enseñanzas de suma importancia. De no ser grandes parangones, por lo menos se puede hablar de elementos políticos que podrían marcar de manera considerable la manera de actuar y ver la política en un futuro próximo. Los dos sucesos a los que me refiero son disímiles en el espacio y en el ámbito de influencia al que atañen, pero dada su importancia y la manera en que ocurrieron tienen redes invisibles que sirven como ejes de argumentación transversal para alimentar la acción política de la ciudadanía colombiana. Hablo por supuesto de lo ocurrido en Israel y Colombia.

Pero ¿cómo relacionar temas tan dispares y de países en apariencia tan diferentes? La conexión no la he hecho voluntaria ni arbitrariamente. Por el contrario, el mérito de ésta conexión compete exclusivamente al tino político de la Senadora Piedad Córdoba. Fiel activista en defensa de los Derechos Humanos, en las salas del Congreso de La República de Colombia denunció el ataque israelí a la flotilla humanitaria.

Evidentemente este acto desproporcionado ha suscitado la reacción y una inagotable controversia con el Estado de Israel. En primer lugar –aquí el tejido que permite relacionar las dos realidades- un Estado definido por cruentas luchas contra las insurgencias y los terrorismos fundamentalistas, Estados de Seguridad que argumentan tesis altamente controversiales, empiezan a ser acusados justamente por activistas de Derechos Humanos y por instituciones internacionales y multilaterales como actos desproporcionados y violatorios de Derechos Fundamentales. No hace mucho que el propio presidente estadounidense, de ése entonces, -George Bush- proclamara la tesis del ataque preventivo; tesis misma que no ha dejado de mostrar su inconveniencia y una contradicción casi plena con los límites del Derecho internacional Humanitario. Estados como Israel y Colombia –con la tesis de la “persecución en caliente”- sostienen doctrinas similares que han puesto de nuevo la discusión sobre los límites de la soberanía de los Estados; los límites del uso legítimo de la fuerza; la legitimidad misma de la fuerza en acciones que no la requerirían (envuelto en el misterio el ataque a la flotilla todavía se sostiene de la parte Israelí que los activistas estaban armados, mientras el Estado Turco y organizaciones defensoras de Derechos Humanos reiteran el carácter netamente humanitario de la misión); y ha centrado de nuevo la discusión sobre el terrorismo ya no sólo como un monopolio propio de fundamentalistas religiosos fuera de occidente, sino que ha centrado la atención pública sobre el Terrorismo de Estado en países de occidente, donde la obsesión por la seguridad los lleva a legitimar lo ilegítimo: toda acción de terror contra civiles desarmados, toda acción de guerra desproporcionada violentando el DIH.
Claro que éste tema tiene que llamar la atención de la Sociedad Civil colombiana. Claro que el tema de los DDHH no puede dejarse de lado en ningún país del mundo, mucho menos en Colombia donde se hace necesario revitalizar la política de elementos fundamentales para la convivencia y la construcción de una patria distinta. Lamentablemente, en plenas elecciones éstos temas adquieren sólo relevancia tangencial –cuando para nuestro país deberían ser temas centrales-. Candidatos que se abanderan de la ética y de la unidad nacional hacen oídos sordos de ésta materia tan importante. Tan sólo ayer escuché a Antanas Mockus hablar de la inconveniencia (ética) del Acuerdo Humanitario, vindicando la tesis que Gustavo Petro sostuviera en su Facebook de que el candidato Verde usa un discurso fuerte contra el Polo, y un discurso de mano firme para hacerse con los votos del Uribismo blando. De Santos mejor ni hablar, ya se puede intuir –como candidato oficial- su postura frente al Acuerdo Humanitario. ¿y quién se preocupa de las víctimas?

Aquí saltamos directamente al segundo tema que ocasiona la reflexión. La coyuntura electoral: la Senadora Piedad Córdoba en el mismo discurso –reivindicando lo sostenido en el último Congreso Liberal- hablaba de la necesidad de revitalizar el Partido Liberal.

¿La propuesta? Cumplir con el sueño del doctor Gaitán de llevar el Partido a las masas: Una gran Constituyente Liberal. Así, Perpleja frente al arribismo político de la bancada liberal, la Senadora Córdoba y el sector gaitanista del partido, fiel al ideario socialdemócrata que profesan, tienen que defender su carácter de oposición y poner en cintura aquellos congresistas que hoy abandonan las toldas del Partido sin miramientos frente a los principios que los rigen. De todas maneras hay un sector digno en el Partido Liberal que quiere llevar al liberalismo por las sendas de la equidad y acercar a la colectividad a las masas. Que considera que reivindicar la importante necesidad de “la restauración moral y democrática de la república” es una prioridad en el país –sí, parece que antes de Mockus ya existía en la política colombiana un discurso ético y moral, que no estaba divorciado de las reivindicaciones sociales y la equidad-. Si se quiere buscar nuevas formas de hacer política bien podríamos mirar el pasado, bien se podría releer a Gaitán y al gran Uribe (el bueno, Rafael Uribe Uribe), bien se podría escuchar a la Senadora Piedad Córdoba y sus propuestas innovadoras, incluyentes y democráticas (quitándonos, claro está, el sesgo mediático de verla como aliada del terrorismo y como una aliada de Chávez, bien podríamos aceptar la oposición democráticamente y sin sectarismos, olvidando lo que se ha dicho falsamente de ella, dejando de creer que son los cuernos de Satán lo que lleva bajo el turbante y aceptándola como una Colombiana digna, justa y negra, como los grandes negros a los que nunca se han dignado a escuchar en este país las élites políticas). Así, parece existir una separación sumamente preocupante entre la realidad social y la campaña electoral.

En éstos días también fue noticia (parece que para los grandes medios no lo fue, ni mucho menos para los dos candidatos que van a segunda vuelta) el informe de la ONU sobre la pobreza en Colombia. Y digo que pasó sin pena ni gloria porque ninguno de los dos ha chistado media frase de preocupación por las alarmantes cifras. Éste también debería ser un tema de discusión e incumbencia nacional que lamentablemente pasa de largo. Es lamentable que las únicas tres candidaturas que ofrecían soluciones a éste tema y lo consideraban central hayan quedado fuera de toda discusión, siendo particularmente el candidato amarillo, satanizados. Me refiero claro está a los candidatos Gustavo Petro, Araujo y Rafael Pardo.

Hay otros elementos sin los cuales no quiero finalizar esta sencilla reflexión. Creo importante que hoy se hable de corrupción como un enemigo de lo político y que su finalización se considere un objetivo de vital importancia para la Política. Lo que realmente es preocupante es que considero que el abanderado de la lucha contra la corrupción tiene nociones sumamente sesgadas al respecto. Consideremos lo siguiente para aumentar la reflexión:
Primero, toda ética democrática en contra de la corrupción no se puede considerar única y excluyente frente a otras visiones que alimenten –democráticamente y mediante el diálogo- una lucha que tiene que avocar a toda la sociedad colombiana. En segundo lugar, que la discusión partidista y democrática, y, que la negociación no son sinónimos de corrupción, que la política no implica un escenario altamente negativo, sino que por el contrario hay que rescatar la política y llevarla al seno de la ciudadanía, es decir, ser más políticos. Contrario a lo que hoy se argumenta en el partido verde, las democracias modernas se alimentan del dialogo y de concesiones que no afecten principios fundamentales; posiciones altamente sectarias pueden derivar en políticas altamente autocráticas, autoritarias y sumamente violentas. Tercero, que en un país con inequidades tan grandes como Colombia no se puede hablar de ética por un lado, y deslegitimar a partidos que piensan que la equidad social es una prioridad, una prioridad también ética.

Espero que estos temas expuestos sirvan para alimentar una noción distinta de la ética y de la política. Que nuevamente ponga el centro de la discusión no sólo en los medios (dinero y Ley) para alcanzar los objetivos sociales del Estado Colombiano (objetivos constitucionales, no se les olvide), sino que le dé su justo escenario a aquellos fines esenciales del Estado.

-Mientras escribo estas letras leo en el espectador que la Senadora Piedad, frente al futuro que se prevé con los dos candidatos, ha pedido al Presidente Uribe apostar por el Acuerdo Humanitario.

POR: BENDER

Defendiendo la Abstención Activa

En estas elecciones tan polémicas, dónde el país se ha dividido en dos grandes personalismos, he sido increpado por mi decisión honesta y democrática de tomar una vía alterna: la abstención. ¿El argumento? No sólo hay uno, existen varios. El primero de todos lo vengo escuchando incluso con anterioridad a la coyuntura electorera actual, otros sólo los he escuchado –y he sido víctima de ellos- en éstas elecciones, es decir, parece ser un argumento meramente coyuntural. El primero que mencioné afirma que quien se abstiene de votar pierde poder de decisión, es antidemocrático y permite que otros decidan por él. Argumento notablemente contradictorio, fundamentalmente porque toda democracia representativa implica enajenar el poder popular, el poder de decisión mediante un fetiche particular: el sufragio. Votar es, entonces, transferir el poder de decisión propio y entregarlo a un tercero, a un representante. Supone erróneamente que con el voto se agota la participación política, restringe la capacidad colectiva de acción política y legitima un ideal político que -a mi modo de ver es incorrecto- excluye de la ciudadanía la obligación moral de ser un ente de control de la acción gubernamental y disminuye su capacidad política, en definitiva, establece una idealización del voto que reduce la democracia y la política a un mero acto de elección cuatrienal.

Pero debido al contexto y al tono que ha adquirido la contienda política aparecen nuevos argumentos: que con la abstención se apoya la deshonestidad, que es entreguismo político, que es complicidad con gobiernos corruptos futuros, que implica el apoyo a la ilegalidad, que con ésta se apoya un gobierno extranjero, en fin, varios tópicos que en vez de hacer un llamado a la conciencia lo que implican es un llamado al miedo y la etiquetación de las personas como “terroristas”, ”bandidos”, “corruptos” y otros apelativos claramente ofensivos. Estos llamados para conseguir votos adolecen de un grave problema antidemocrático: satanizan el pensamiento diferente.

El problema del maniqueísmo político deja consigo muchas enseñanzas históricas, entre ellas, que antes del advenimiento de gobiernos totalitarios, autocráticos y autoritarios se ha recorrido siempre el camino de la ofensa y la división entre un grupo “elegido y bueno” y un “otro” definido siempre como el enemigo que debe ser sistemáticamente eliminado –no simplemente físicamente, también mental y simbólicamente-. Léase esta columna no sólo como una defensa de la abstención activa y como una posición, legítimamente democrática, de acción política –que lo es-; sino también como una defensa del pensamiento diferente y como una alerta contra todo tipo de maniqueísmo político que puede derivar en un holocausto lamentable. Pero la división y la polarización política no es el único efecto de las tesis coyunturales manejadas hoy día para atraer votos, éstas también se alimentan y defienden una idea de política y democracia restrictiva. Casualmente la misma denunciada en el primer párrafo.

Amigos opositores al uribismo ponen en duda mi carácter de opositor. Afirman que al no apoyar a Mockus me estoy entregando a Santos, que estoy legitimando la corrupción y la violencia. ¡Argumento falaz y grosero! Respeto totalmente su posición de apoyar a un candidato como el mejor o como “el mal menor”, pero no la comparto en esta coyuntura. El Senador Jorge Robledo y el Representante a la Cámara Navas Talero –grandes enemigos de la corrupción, por lo que el argumento anti/abstencionista no se sostiene-, fueron los primeros (seguidos por la Senadora Piedad Córdoba) en denunciar la coyuntura política como incompatible con grandes principios de sus partidos. A mi entender esta elección plantea algo así como un Frente Nacional neoliberal: no me siento representado por ninguno de los dos candidatos ni en sus políticas ni en sus filosofías. Pese a ello, respeté la decisión del PDA de presentar una carta para un acuerdo programático a Mockus –decisión no sólo polémica dentro de las toldas del partido, sino además, una decisión noble luego de la satanización de la que fueron víctimas por parte del candidato verde-, posición que fue rechazada como todos los lectores y lectoras deben saber; así también respeté la posición de algunos liberales de oposición al apoyar a Mockus.

Por otro lado, creo firmemente en una política comprometida, en la defensa de mis ideales y en la acción política que se vindica a diario; que se hace real y concreta, no solamente en las grandes salas de los Poderes Públicos, sino que también la acción política y colectiva tiene que ser cotidiana. Que todo régimen democrático requiere no sólo la acción sufragista, que la representatividad tiene un límite y que los vacíos que deja sólo pueden ser llenados mediante la acción política cotidiana. Creo que existe una oposición más digna que la de apoyar un candidato que ha sido impuesto mediáticamente a la opinión pública, creo que la política está más allá de una decisión cada cuatro años y mucho más lejana de las oscuras intenciones con las que las encuestas deciden con anterioridad a las mismas elecciones. Creo que los candidatos no pueden ser impuestos a la opinión pública so pretexto del apoyo a la corrupción, al terrorismo y apelando al miedo.

Espero que todas aquellas personas que han rechazado mi posición tengan también la entereza de defender sus ideales –cualesquiera éstos sean- luego que su candidato gane o pierda; que se hagan partícipes de la vida política exigiendo a los políticos por quienes votaron que cumplan con el mandato que se les ha delegado y, que en caso de que el candidato de sus preferencias pierda, también sigan en una actitud política activa, demandando y exigiendo por el bien de la patria. Creamos en la participación ciudadana como un elemento indispensable de la democracia y desacralicemos la institución del voto que –siendo importante- es claramente insuficiente.

Por: Bender