martes, 5 de octubre de 2010

La política de tierras: propuesta alternativa


 
El tema de tierras gana nuevo espacio oficial en Colombia. La reparación de las víctimas del despojo y el desplazamiento y la verdad de los hechos acaecidos no deben dejar de lado la reivindicación histórica de los negados de la tierra: una reforma agraria integral. 
Al debate en torno a la magnitud del desplazamiento forzado y el despojo de tierras y territorios en Colombia se incorporó recientemente una nueva aproximación, que llama la atención no por la metodología aplicada para el cálculo de las cifras, ni por la confiabilidad del sistema de información empleado, sino por la experiencia y el conocimiento de causa. 
En comunicación enviada a Iván Cepeda y Gustavo Petro por alias El Alemán, Diego Vecino, Mono Leche, el Iguano y otros cuatro ex comandantes paramilitares –amparados bajo la Ley 975 de 2005–, actualmente en prisión, fueron destacados los siguientes aspectos sobre el desplazamiento forzado y el despojo de tierras: “Creemos, a modo de ejemplo, que, cuando el doctor Petro plantea ante el país la existencia en abstracto de cuatro millones de hectáreas de tierra del más alto valor comercial en manos del paramilitarismo y de lo que denomina las mafias del poder, no podrá estar refiriéndose al reducido número de dos docenas de ex comandantes de las extintas autodefensas, sometidos voluntariamente a la justicia, como dueños en la sombra de semejantes extensiones. Pensamos que sus cálculos, acaso discretos, abarcan la cobertura del fenómeno paramilitar en pleno, donde campean políticos, empresarios, funcionarios de alto nivel, grandes contratistas, inversionistas extranjeros y miembros de la fuerza pública” (1).
Además de la información aportada sobre los responsables del desplazamiento forzado y de las precisiones expuestas sobre los beneficiarios del despojo de tierras en el país, se destaca en esta carta que, sobre el acaparamiento de tierra, la usurpación y concentración de la propiedad agraria, no se ha revelado aún toda la verdad. Dicha verdad debiera estar en conocimiento de los jueces y ser tenida en cuenta dentro del Acuerdo de Unidad Nacional anunciado por el actual gobierno. 
Ahora bien, según lo ha manifestado el gobierno Santos, el tema de las tierras despojadas y de las víctimas del desplazamiento forzado y del despojo estará presente dentro del famoso Acuerdo. Menos no se podía esperar. En principio, tiene que incorporar lo que sobre el particular ha dicho la Corte Constitucional al ordenar a los Ministros del Interior y de Justicia, y de Agricultura y Desarrollo Rural, al Director de Acción Social y asimismo a la Directora de Planeación Nacional, reformular la política de tierras, en tal forma que “sea posible valorar si la nueva política de tierras resulta adecuada para avanzar de manera razonable y acelerada en el goce efectivo de los derechos de la población desplazada y en el cumplimento de las metas fijadas”.
Reformular la política de tierras
En efecto, esta reformulación fue ordenada por la Corte Constitucional luego de haber sido declarado el estado de cosas inconstitucional en materia de desplazamiento forzado a través de la sentencia T-025 de 2004, debido a la persistencia de la violación masiva, sistemática y reiterada de los derechos fundamentales de la población desplazada y teniendo en cuenta el desconocimiento de ella como víctima de un delito reconocido en la legislación nacional. Fue en uno de los autos de seguimiento de las medidas adoptadas para superar este estado –Auto 008 de 2009– donde la Corte destacó la necesidad de reformular la política de tierras y de reparación de la población víctima del desplazamiento forzado, consideradas como áreas críticas, dadas sus múltiples falencias y alcance limitado.
Tal como lo destacara el tribunal constitucional en dicho Auto, el derecho a la reparación integral de la población desplazada y despojada de sus tierras constituye una obligación del Estado reconocida internacionalmente, en la jurisprudencia nacional y en el orden normativo interno, imponiéndose además la necesidad de darles participación a las víctimas para efectos de dimensionar el daño ocasionado y de avanzar hacia la realización de los derechos. Por ello, esta obligación permanece respecto al gobierno entrante, siendo uno de sus principales retos la superación de las condiciones estructurales que dieron lugar al delito, así como la reparación completa de las víctimas, lo cual incluye el cumplimiento de las garantías de no repetición y la investigación, juzgamiento y sanción a los responsables.
Dentro de las condiciones estructurales en las que se enmarca el problema del desplazamiento forzado y el despojo de tierras, la Comisión de Seguimiento a la Política Pública sobre Desplazamiento Forzado (CSPPDF) ha destacado las siguientes: i.) concentración de propiedad rural, como manifestación diáfana de una estrategia orientada a la expropiación de tierras, la acumulación de bienes y rentas, y la posesión de territorios y corredores estratégicos para la guerra y el desarrollo de futuros negocios y proyectos de inversión, y ii.) el imperio del modelo de desarrollo actual que privilegia al empresario, en especial bajo el impulso de megaproyectos de producción en gran escala, con énfasis particular en cultivos permanentes y semipermanentes, mediante la concesión de elevados subsidios, desdibujándose aún más el papel del campesinado en el desarrollo del país, cuyo proceso se inició básicamente a finales de los 80 (2).
Es a propósito de estas condiciones estructurales como es posible juzgar –al menos preliminarmente– la validez de las propuestas de la administración Santos e identificar los énfasis de su política de tierras.
Santos y su política de tierras
La prioridad que el gobierno entrante manifiesta atribuirle a la reparación de las tierras de la población desplazada fue presentada por el Ministro de Agricultura y Desarrollo Rural, Juan Camilo Restrepo, bajo el titulo de “Una Política Integral de Tierras para Colombia”, en el marco del debate sobre el tema de víctimas, desplazamiento, despojo de tierras y modelo de desarrollo agropecuario, convocado por los representantes Guillermo Rivera, Iván Cepeda y Wilson Arias, realizado el pasado 18 de agosto.
Es necesario destacar que el propósito del gobierno –revelado por el Ministro de Agricultura– de devolverle a los desplazados dos millones de hectáreas, y el reconocimiento por parte del ministro del Interior Vargas Lleras –a propósito de la gestión de la administración anterior– de estar ante una “vergonzosa concentración de la tierra” (3), parecerían dar cuenta de un panorama favorable para las víctimas del desplazamiento forzado y el despojo de tierras en Colombia. Sin embargo, más allá del cambio de tono y de las demostraciones inaugurales de acercamiento y comprensión del asunto, lo que se conoce hasta ahora sobre la política de tierras del nuevo gobierno parece orientarse prioritariamente a la restitución de algunas hectáreas despojadas, revirtiendo apenas marginalmente la concentración de la tierra, manteniendo el modelo de desarrollo agroindustrial, y dejando aún pendiente la obligación de investigación, juzgamiento y sanción a los responsables y beneficiarios del despojo y la reparación a las víctimas del desplazamiento forzado.
Los planteamientos centrales de la política de tierras del gobierno Santos (ver recuadro) (4) nos permiten ya hacer algunos comentarios. En primer lugar, cabe la observación general según la cual, en Colombia, tanto las concepciones como las políticas sobre desarrollo rural provenientes del Gobierno no comprenden la problemática campesina y legislan sin conocimiento de causa (5). Asimismo, tratándose del proceso de diseño e implementación de una política en materia de verdad, justicia y reparación de la población campesina víctima del desplazamiento forzado, es posible afirmar que han sido identificada –por parte del gobierno– una serie de lineamientos que no tienen como punto de partida las expectativas de reparación de las víctimas de este delito ni sus derechos vulnerados, en perspectiva individual y colectiva.
Tal como lo advirtiera la Corte Constitucional, la violación grave, masiva y sistemática de los derechos fundamentales de la población desplazada los pone en una situación de especial debilidad, vulnerabilidad e indefensión (6). El análisis de los registros y las cifras apenas aproximadas en materia de desplazamiento forzado, y el testimonio de millones de desplazados ausente de las estadísticas oficiales, dan cuenta de que los derechos de los grupos étnicos y las comunidades campesinas han sido vulnerados: i). con las circunstancias que precedieron al desplazamiento forzado, ii) con los hechos que dieron lugar al desplazamiento y iii) durante el desplazamiento forzado que todavía no cesa.
Replanteamiento indispensable
La pertinencia de considerar, además del enfoque restitutivo, el análisis de las condiciones estructurales de exclusión (de índole económica, social y cultural) y la importancia de considerar el potencial transformador de las reparaciones en sociedades como la colombiana es destacada por Uprimny y Saffon, afirmando que las reparaciones no se pueden reducir a enfrentar el daño ocasionado a las víctimas sino que deben tener en cuenta, además, las condiciones de exclusión en que vivían las víctimas, y que permitieron o facilitaron su victimización (7).
Es necesario anotar que, si bien la reparación no debe restringirse a un enfoque meramente restitutivo, la magnitud de derechos vulnerados, la caracterización de los grupos de víctimas y la continuidad del desplazamiento forzado en Colombia hacen imperioso abordar de manera específica y diferenciada el derecho a la restitución como uno de los componentes de la reparación integral (8). La cuestión es, entonces, ¿cómo abordar el derecho a la restitución, no sólo de bienes patrimoniales sino –desde una perspectiva más amplia y comprensiva– igualmente la reparación de los daños de diferente índole (individuales, colectivos, de carácter económico, social, cultural, organizativo, etcétera) causados a los grupos étnicos, a las mujeres y las comunidades campesinas, víctimas del desplazamiento forzado?
Ante este imperativo, es necesario considerar dos aspectos: i.) la reparación integral de estas comunidades en términos de restitución de derechos –como víctimas del desplazamiento forzado y como sectores excluidos antes y durante desplazamiento forzado–, y ii.) la proporcionalidad de la pena, tratándose de crímenes atroces y violaciones masivas a los derechos humanos, como el desplazamiento forzado, cual referente, para efectos de establecer una reparación correspondiente al daño sufrido, teniendo en cuenta las obligaciones y la responsabilidad del Estado en la materia. 
A estos dos aspectos –restitución y proporcionalidad de la pena– debe incorporarse el análisis de la reparación individual y colectiva, material y simbólica, y de la compensación o indemnización, rehabilitación, satisfacción y garantías de no repetición, como componentes complementarios de la reparación integral frente a las comunidades víctimas del desplazamiento forzado. 
¿Nuevos mecanismos de reparación?
Dentro del actual proceso de reformulación de la política de tierras, es necesario distinguir que la política pública obedece al cumplimiento de los deberes de solidaridad del Estado, mientras el derecho a la reparación, en concordancia con los estándares internacionales, supone el reconocimiento de la responsabilidad del Estado (9).
En cuanto al primer aspecto, se puede observar la necesidad de la reformulación de la política pública en términos de reparación histórica, frente a la población rural y específicamente en lo relativo a la formulación de una reforma agraria que recoja algunas de las demandas del movimiento campesino, como el acceso a la tierra y la exigencia de reconocimiento y permanencia en el territorio; esta política pública puede cuenta de un rol que hasta el momento el Estado no ha asumido.
El diseño o la reformulación de una política pública, orientada en perspectiva de reparación histórica, se pudiera entender a la vez como una política pública orientada a la satisfacción de los Derechos Económicos Sociales y Culturales de la población excluida y marginada, a la vez que como medida de reparación de los derechos vulnerados a las víctimas del desplazamiento forzado.
En tanto medida de reparación, una política pública en materia de tierras puede operar en dos sentidos: como mecanismo de no repetición (para las víctimas y la sociedad en general) de una política de tierras asentada en condiciones de exclusión e inequidad, asunto que permitiría a esta política atender al mismo tiempo las demandas de las víctimas del desplazamiento forzado y otros sectores sociales marginados y excluidos, poblaciones coincidentes (indígenas, afros, campesinos y mujeres), tratándose de los destinatarios de una política pública en materia de tierras.
En este orden de ideas, es evidente que la necesaria y urgente reparación de las víctimas del desplazamiento forzado se enmarca en el debate sobre la necesidad de avanzar en la reforma agraria que tantas veces se ha escamoteado en la historia del país. Desde luego, cabe aclarar que esta propuesta no pretende asimilar ni confundir el deber de reparación del Estado ante las víctimas del desplazamiento forzado con desarrollo de políticas públicas sino que busca evidenciar que las condiciones estructurales que han dado lugar al desplazamiento forzado en Colombia (y su consolidación mediante la política pública en materia de tierras) han representado violaciones de carácter histórico a los derechos de los grupos étnicos y las comunidades campesinas, destinatarios de la política de tierras, antes y durante el desplazamiento forzado de población, y que por tanto una medida de reparación proporcional a la magnitud de este daño es precisamente la reivindicación de los derechos de estos grupos en el proceso de reformulación de esta política pública, sin que con ello se considere agotado el deber de reparación del Estado. 
1 La carta fue remitida vía correo electrónico en la primera quincena del mes de julio de 2010, y aparece suscrita por Fredy Rendón Herrera (alias El Alemán), Raúl Emilio Hasbun (alias Pedro Bonito), Rodrigo Pérez Alzate (alias Julián Bolívar), Arnubio Triana Mahecha (alias Botalón), Jorge Iván Laverde Zapata (alias El Iguano), Álvaro Sepúlveda Quintero (alias Don César), Edwar Cobos Téllez (alias Diego Vecino) y Jesús Ignacio Roldán (alias Monoleche).
Comisión de Seguimiento a la Política Pública sobre Desplazamiento Forzado. Política de tierras para la población desplazada. Propuesta de lineamientos en el marco de las órdenes del Auto 008 de 2009. Bogotá. Junio 30 de 2009.
3 Vargas Lleras, ministro del Interior. Intervención en el Debate de la Cámara de Representantes sobre la Ley de Tierras. Bogotá, agosto de 2010.
Restrepo, Juan Camilo, ministro de Agricultura y Desarrollo Rural. “Una política de tierras para Colombia”. Ponencia presentada en el Debate de la Cámara de Representantes sobre la Ley de Tierras. Bogotá, agosto de 2010.
5 Ver. Salgado Carlos. Propuestas frente a las restricciones estructurales y políticas para la reparación efectiva de las tierras perdidas por la población desplazada. Codhes, 2008.
6 Corte Constitucional, Sentencia T-02 de 2005.
7 Saffon, M.P y Uprimny, R Reparaciones transformadoras, justicia distributiva y profundización democrática. En: Reparar en Colombia: Los dilemas en contextos de conflicto, pobreza y exclusión. Bogotá. ICTJ, DEJUSTICIA, 2009, p. 35.
8 Para un análisis de la evolución del derecho a la reparación integral en el derecho internacional, ver: Williams, R. “El derecho contemporáneo a la restitución de propiedades dentro del contexto de la justicia transicional”, En ICTJ (ed.) Reparaciones a las víctimas de la violencia política. Bogotá, ICTJ, 2008.
9 Uprimny y Saffon proponen una diferenciación entre los deberes estatales de reparación, política social y asistencia humanitaria. Ver Reparaciones transformadoras, justicia distributiva y profundización democrática. En: Reparar en Colombia: Los dilemas en contextos de conflicto, pobreza y exclusión. Bogotá. ICTJ, Dejusticia, 2009, p. 44.
*Abogada especializada en Derecho Penal, Socióloga Universidad Nacional de Colombia. Investigadora del Instituto Latinoamericano para una Sociedad y un Derecho Alternativos. ILSA.

                Concentración de la tierra – despojo 

Planteamientos centrales de la política de tierras’ del Gobierno Santos (1)Algunas condiciones necesarias para la reformulación de una política de tierras para los campesinos, grupos étnicos, mujeres, y en general para las víctimas del desplazamiento forzado.

I. Reconocimiento formal de la relación con la tierra.
 Se orienta a la titulación de las tierras despojadas, mediante el programa nacional de formalización (saneamiento y titulación masiva de la propiedad).
Acceso a tierras (adjudicación de baldíos y subsidio para los campesinos sin tierra o con menos de una Unidad Agrícola Familiar).
El gobierno reglamentará las áreas de reserva campesina para impedir la concentración de la propiedad y controlar el crecimiento de la frontera agraria, y así estabilizar el frente colonizador. 
Se delimitarán zonas de desarrollo empresarial con extensiones de tierra adecuadas a las escalas de producción, para estimular la agroindustria moderna con vinculación de medianos y pequeños productores.

Necesidad de reconocimiento y protección: i. de otras formas de relación con la tierra diferentes de la propiedad y ii. de las tierras de los grupos étnicos.
Acceso a tierras y garantías para la protección de este derecho (con enfoque diferencial e identitario).
Zonas de reserva campesina, como parte de una política de desarrollo rural integral, orientada a la realización de una vida digna; reconocimiento de esta figura en los planes de desarrollo locales y regionales. 
Priorización de la política de confianza inversionista frente al acceso a tierras para la población desplazada.

II. Creación de un régimen especial en materia de tierras 
Proyecto de Ley de Tierras: se orienta a la restitución de tierras. “El gobierno presentara un proyecto de ley de restitución de tierras que divide la responsabilidad entre (i.) el gobierno y (ii.) los jueces”…“El reto será devolverle a los desplazados dos millones de hectáreas”.

Escasas probabilidades de aprobación de esta ley ante la mayoritaria representación en el Congreso de los intereses de los responsables y beneficiarios del despojo de tierras y territorios (gremios, testaferros, familiares de parapolíticos, empresarios).

Reconocimiento de otro tipo de daños:
–En relación con la tierra (daño emergente, lucro cesante), otros bienes de contenido patrimonial.
–Sobre el territorio: identificación y valoración de daños de carácter económico, social, cultural, organizativo –proyectos de vida individuales y colectivos).


III. Reconocimiento de la necesidad de actualizar y unificar la información institucional en materia de tierras. 
Creación de un sistema de información y acreditación predial de derechos despojados a las víctimas.

Los sistemas de información han sido funcionales a la legalización del despojo y pondrían la carga de la prueba en cabeza de las víctimas.
Comisión ética (identificación de modalidades, responsables y beneficiarios del despojo).

IV. Justicia transicional en materia de tierras 
Se propone un procedimiento especializado y expedito. Creación de una jurisdicción especial –agraria– materia de tierras, en que la carga de la prueba esté en manos del propietario.
Gestión directa de los casos de restitución que puedan solucionarse por vía administrativa.
Extinción de dominio a tierras ilícitas, para que estas puedan destinarse para la reparación a las víctimas (eliminación de obstáculos jurídicos e institucionales).
Vinculación de las tierras restituidas a proyectos productivos rentables, para asegurar los ingresos de las familias desplazadas.
Minagricultura aplicará la excepción de inconstitucionalidad para revocar los actos administrativos mediante los cuales se cancelaron títulos de adjudicación (Incoder) o se englobaron las posesiones de la población desplazada (IGAC).

Los procedimientos para resolver los conflictos de tierras pueden ser potenciales fuentes de nuevos procesos de legalización del despojo.

La reparación por vía administrativa asimila las medidas asistencialistas a la reparación, fundada en el principio de solidaridad y no de responsabilidad del Estado.

 Si hay disposición de entregar tierras por parte de los paramilitares y sus redes de testaferrato, se pudiera promover en el Congreso una revisión de los criterios con los cuales se ha instituido la extradición (2).

V. Identificación de responsables 
“Grupos armados al margen de la ley”, narcotráfico.
Necesidad de identificar, además, como responsables y beneficiarios del despojo a empresarios, políticos, instituciones, testaferros y agentes del Estado. 

La política del teatro y el teatro de la política



Libertad absoluta para todas las artes, con una limitante: ninguna libertad para obras que ensalcen la guerra o la presenten como inevitable, ni para aquellos que alimenten el odio entre los pueblos.

Bertolt Brecht 

Del libro El arte y la política, 1949
Indiferencia ante lo político


¿Qué pasa hoy con este asunto entre política y teatro? Su relación ha variado a través de la historia. Los antagonismos sociales son milenarios, igual que los conflictos por el poder. Es políticamente como el hombre habita el mundo. El accionar de todo sujeto, y es éste el accionar importante de la política, consiste en reunirse para la discusión y el planteamiento de posibles soluciones a los problemas de la comunidad. Pero, ¿por qué existe la actual actitud evasiva de mucha gente frente a la política? Es claro que la palabra política se ha desfigurado y caído en descrédito, debido a la corrupción y las traiciones de ciertos individuos que la han ejercido y la ejercen. 

Con frecuencia se estigmatiza o se mata a quien habla sin tapujos. Recordemos al humorista Jaime Garzón, un ejemplo entre miles. En los tres últimos decenios, hemos vivido los años más sangrientos de mi generación, masacre tras masacre, como es el caso de la Unión Patriótica, partido político de izquierda que fue borrado físicamente del mapa; fueron asesinados 4.000 miembros suyos en forma sistemática. Por otro lado, en los últimos datos oficiales de la ley de justicia y paz se reconocen 150.000 asesinatos de los paramilitares (1), verdadera vergüenza, y una inmensa derrota para el país y la democracia. Tal vez esto sea lo que quiere el sistema, pues le conviene que seamos indiferentes y nos autocensuremos frente a lo político.

Hace unos días, un amigo me expresó: “Estoy contra el teatro político, como el que ustedes hacen. Me gusta ir al teatro para olvidar las miserias del país”. Esto refleja desinformación y confusión, nada gratuitas, por lo demás. Existe un teatro que cumple funciones sociales que se pueden llamar edificantes. Los curas, como decía, Enrique Buenaventura, pueden usarlo para señalar los males del demonio y la necesidad de ser católico, como lo hicieron en la época, de la llamada conquista, con los indígenas. Otros lo utilizan para que la gente se vuelva revolucionaria. Pero esto no es teatro; son usos del teatro. El teatro es el descubrimiento de realidades distintas de las cotidianas. ¿Puede el teatro, entonces, mostrar los conflictos sociales y políticos? ¿Hablar en el teatro de lo social o lo político es desacertado? No. El teatro acierta si habla de lo social, de la realidad, o quizá de la coyuntura, por tres aspectos: 1º, porque le procura la palabra a quienes no la tienen; 2º, porque distingue cómo la macropolítica manipula los sistemas de la historia; y 3º, porque explora el inconsciente de la sociedad, las tendencias reprimidas, aquello que no queremos ver.

Pero esto, más que testimonio, uso o denuncia, es teatro. El mejor acto político del teatro reside en su cualidad y en su calidad poética, en su elaboración artística que genera un pensamiento político, puesto que “la metáfora artística es uno de los catalizadores más potentes de la dimensión política de la vida” (2).

Los términos teatro y política son algo más que dos polos irreconciliables. Existe entre ellos tensión, grandes transiciones y ricas relaciones de interdependencia. Debido a la imposición de una dualidad simplista y de ciertas formas de expresión del lenguaje, sólo vemos lo blanco y lo negro, y nuestras posiciones son en contra o a favor. “Estoy contra el teatro apolítico, o contra Aristóteles o Brecht, o contra la representación”, se oye decir. Estar contra algo significa funcionar en la misma esfera de lo combatido, estar dentro de su aparato conceptual, y esto significa no hallar caminos distintos para desarrollar otras miradas, otra política del teatro. Vemos sólo el principio y el final de lo dialéctico, de los contrastes, y no vemos posibles innovaciones, no vemos lo que se mueve y pasa en medio.

La política del teatro


Primero están el punto de vista y el propósito, que implican una configuración de cómo, con, para qué y quiénes inventan un objeto artístico. Aquí caben, por ejemplo, método y técnica. Es decir, cuál es la idea estética para la búsqueda y el encuentro del mundo poético. Después, una vez inventada la obra, ésta tendrá en sí misma un devenir que va más allá de sus autores. En tercera instancia está el público, que, con su cultura y su percepción, crea su propia lectura. El teatro es político por la distancia y el acercamiento, por lo inherente. Pero, ¿qué es lo inherente? Lo son las formas narrativas tradicionales. Estas formas, al ser centradas, crean un contexto de dominación que moldea un orden expresivo de acuerdo con los imperativos del mensaje, la historia, la acción, el sentido. “El sentido tiene un aspecto religioso de la vida, y entiendo este aspecto como la creencia de que la vida significa algo y vale la pena ser vivida. Por tanto, y según experiencias con obras descentradas, el sentido se puede trasladar, no a un más allá sino a un más acá, al cuerpo que experimenta con la obra; con lo que vio, escuchó y sintió como espectador. Es el momento del acontecimiento presente: ‘No hay sentidos si no se despiertan los sentidos’” (3).

Por lo demás, un sentido muchas veces inaprensible e inefable ordena y da forma al mundo, y es ahí donde se siente una evidencia trascendente que sobrepasa la experiencia individual. Esta experiencia especial es justamente un acontecer político. En el mundo descentrado, con significados para el cuerpo que no se pueden reducir a procesos racionales, de explicación, la obra no se puede reducir a un dato, una demostración, una evidencia, a través de la cual es posible desentrañar los universales que la subyacen. Esta actitud deslegitima la experiencia del observador desprevenido, dice Susan Sontag (4), quien propone que “en lugar de una hermenéutica, necesitamos una erótica del arte” (5). Sontag reivindica la potencia de la experiencia.

Ahora, ¿cómo contagiar al espectador de esta erótica del arte? Se necesita un lenguaje que escape de las formas tradicionales, de las estructuras conocidas en la construcción del relato. Si la experiencia de una obra se reduce al lenguaje, a la explicación, le negamos la posibilidad al cuerpo de aquella vivencia inaprensible e intransferible que es el acontecimiento de la obra. Y esto tiene que ver con una profunda política del teatro. Por consiguiente, una mirada menos ligera que la de mi amigo, el abanderado del teatro apolítico, hace ver que todo teatro es un acto político. Esa crítica que dice, tal o cual hace teatro político o apolítico, “como si fuera una categoría inherente de descripción del arte poético”. Lo político es rizomático (6), o sea, que involucra principios de conexión, heterogeneidad y multiplicidad de la sociedad, y abarca toda la vida del teatro. Cualquier clase de teatro afirma o desmiente valores del sistema.

El teatro de la política

La política establece intenciones y propósitos en una comunidad-país, decide e incide sobre ella. Para ello elabora su puesta en escena, interviene en espacios, llama la atención de la comunidad, inventa rituales y usa formas de representación que constituyen una “estética de lo político” (7). Pero hay un teatro de la política, de los mentirosos, los farsantes. Es la forma de representación que vemos plasmada en campañas electorales y en estamentos macropolíticos como el congreso y los ministerios, por ejemplo, con sus imágenes y frases manidas, incluso con la farandulización. 

El teatro de la política y la política del teatro tienen sus propios escenarios y sus mutuas irradiaciones, el uno del otro. Existe una maquinaria teatral de la política que fácilmente puede observarse y, de igual manera, una intromisión de la politiquería en el teatro. Los políticos, con sus comedias de enredos en el congreso, con sus farsas en la casa presidencial y demás dramas de la corrupción, casi que han desplazado a los actores. Vociferan contra la corrupción y por la paz cuando es sabido que son corruptos guerreristas, quienes, teniendo sus mesas llenas, hablan de pobreza mientras propician desplazamientos. 

El culmen lo constituyen los cínicos discursos de los paramilitares en el congreso. Socialmente se les acepta, aunque no se les crea, como una imagen de ficción, una ficción del terror muchas veces. Este teatro de la política lo ha invadido todo, hasta el lenguaje, con expresiones tales como: teatro de operaciones, actores del conflicto, protagonistas del congreso, antagonistas del presidente. El fuego y el juego de la mentira del teatro fueron robados por estos falsos y psicóticos dioses. Frente a este panorama, ¿qué podemos hacer? Tal vez necesitamos una política del teatro que ayude a recuperar la dimensión sutil de la mentira artística como elemento básico del teatro, la mentira estética como punto de conexión metafísico y reflexivo de esa verdad perversa y falsa que nos exhiben. Dicha política podría fracturar ese concepto de realidad y hallar, con toda la potencia de la actuación, una visión poética. 

En el escucharse unos a otros se basaba el ideal de la democracia en la Grecia antigua. Y esta idea, en un plano de igualdad, es en el fondo el ideal de la creación colectiva y del teatro. Digo de la creación colectiva, porque ella es un umbral donde se pone en tensión el asunto de la democracia, de los diversos discursos de quienes participan en ella. El teatro parte del hecho que los seres humanos son interesantes e importantes los unos para los otros, y no tenemos que ser desconocidos por nadie. Esta es una función política del teatro. Escuchar lo que dice, sentir lo que hace el otro, entrelazados en una interacción poética. Los autores griegos, nos hablan de las pasiones, los caprichos, las injusticias de los dioses y los hombres, que surgen en una democracia. De manera que el teatro tiene una compleja función en la sociedad, no directa, sino que está vinculada también al ejercicio de la democracia.

Quizá lo único que podamos hacer, sea crear, con libertad, un teatro de alianzas aquí y allá, dentro o fuera del teatro. Y es, posiblemente, desde lo micropolítico que pueden surgir funciones políticas profundas y nada presumidas, que hablen a la intuición y hagan consciente el inconsciente de los individuos.

* Leído en el marco del conversatorio del 11° Festival de Teatro Alternativo de Bogotá, el 4 de abril de 2010.
1 El Espectador, domingo 17 de enero de 2010.
2 Dubatti, Jorge. Filosofía del teatro I. Argentina. Ed. Atuel.
3 A título personal, Creación colectiva, del Teatro la Candelaria, dirigida por Santiago García. Estrenada en marzo de 2009.
4 Sontag, Susan. Contra la interpretación. España. Ed. Debolsillo, 2007.
5 ibíd.
6 Deleuze, Guilles, Guatari, Félix. Mil mesetas, capitalismo y esquizofrenia. Valencia. Ed. Pretextos, 1988.
7 Ranciere, Jacques. Sobre políticas estéticas. Barcelona. Edición del Museo de Arte Contemporáneo, 2005.

* Desde hace 30 años, principalmente participante del Teatro la Candelaria y otros espacios como el Teatro Petra, Inédita Teatro y el Proyecto Teatro de Esquina. Actor en 32 obras de teatro, nueve cortometrajes y 10 largometrajes. Director de ocho obras de teatro. Autor de los libros El actor y sus otros y La aclaración, y de diversos artículos publicados en revistas y periódicos.