lunes, 1 de febrero de 2010

PUEBLOS ORIGINARIOS, OTROS PROYECTOS Y ALTERNATIVAS PARA AMÉRICA LATINA:

REFLEXIONES EN TORNO AL MULTICULTURALISMO(QUÉ HAY DETRÁS)Y PLURICULTURALISMO (LA-CONTRUCCIÓN DEL ESTADO)

Suyai M. García Gualda

Miércoles 30 de septiembre de 2009, por Revista Pueblos

Abya Yala (como llamaban nuestros pueblos originarios a América Latina) es una región caracterizada por albergar una importante diversidad étnica y cultural. Sin embargo, es conocido que hace más de 500 años con el (mal llamado) “descubrimiento” de América comenzó el sometimiento y silencio forzoso de muchas de estas identidades.


Por entonces nacía el capitalismo a nivel mundial, es decir, se desarrollaba la primera división internacional del trabajo, lo que significó pobreza y dependencia estructural para esta región del globo. Paralelamente, en América comenzaba la división racial del trabajo (Quijano; 2000) en el marco de un proceso de racialización de la vida socio- política (el acceso a los cargos públicos y al cobro de salarios eran privilegios de los blancos, mientras que el trabajo servil -cuasi esclavo- era llevado a cabo por los indígenas).

Claramente podemos observar que se levantaba por aquellas épocas el gigante del capitalismo y con él una serie de prácticas socio-culturales que permiten su sostenimiento y reproducción continua a lo largo del tiempo. En la actualidad, en la fase neoliberal-globalizada, siguen vigentes innumerables prácticas que reproducen el hostigamiento, discriminación y exclusión de los pueblos originarios, colocándolos siempre en el lugar de los “otros” (a quienes se suman una gran cantidad de identidades u “otredades” excluidas de los parámetros aceptados por el sistema hegemónico actual).

Estos otros fueron los que el proyecto de modernidad obligó a abandonar sus prácticas políticas, culturales y religiosas para formar parte de una Nación homogénea lo que se tradujo en un Estado unicultural. Sin embargo y a pesar de las (falsas) apariencias, en los últimos años (caracterizados por el recrudecimiento de las condiciones devastadoras de existencia) han emergido desde el silencio las voces enardecientes de los condenados de la tierra (F. Fannon; 1961).

La América morena se puso de pie demostrando que los estandartes de 1789 (libertad e igualdad) nunca fueron ni son una realidad para esta región. Los pueblos indígenas se constituyeron como actores políticos y sin abandonar la resistencia se propusieron alcanzar el poder. Algunos han optado por la vía institucional como ha sido el caso de Bolivia, otros constituyeron movimientos sociales por fuera de la clásica institucionalidad [1]. A pesar de las diferencias existentes, la gran mayoría coincide en sus principales demandas: territorio, derechos colectivos (basados en el colectivismo) y derecho a la autodeterminación-autonomía.

Es posible afirmar que conforman un cuerpo desobediente (Figari; 2008) que ha logrado poner en jaque al Estado (moderno), a la democracia representativa-liberal y por consecuencia a las clases hegemónicas. Dicha hegemonía radica en el predominio de ciertas clases o sectores sobre otros, lo cual se materializa a través de la negación. Por ello, una estrategia concreta que se han dado las clases hegemónicas para mantener su predominio han sido las conocidas políticas de reconocimiento, lo que se resume en una mera conseción de derechos. Esta jugada táctica se plasma en los discursos basados en la noción de multiculturalismo, claramente en boga en nuestros días en diversos ámbitos, incluso académicos.

Sin embargo, el colonialismo (cultural) que ahoga el pensamiento latinoamericano no ha triunfado, ya que ha comenzado a hacer agua la idea moderna de aunar a la democracia con el capitalismo. De esta manera en boca de los otros resuenan proyectos sustentados en la idea de pluriculturalidad, lo que significa la re-construcción del Estado y con ello una profunda reflexión sobre qué democracia queremos.

Los casos de Bolivia y Ecuador son dos claros ejemplos sobre lo que significa construir estados plurinacionales. Mientras que Argentina sigue siendo (lamentablemente) el fiel reflejo del multiculturalismo.

En este ensayo buscaremos ilustrar brevemente en qué consiste el multiculturalismo, cuáles son los intereses encubiertos y de qué sectores son representativos. De la misma manera indagaremos respecto al pluriculturalismo y la plurinacionalidad; reflexionando y sosteniendo que la alternativa emancipadora para América Latina emergerá de las ideas y luchas de quienes viven en ella desde tiempos inmemorables.

“Desde esos troncos originarios, entremezcladas con las posteriores corrientes inmigratorias se procesará en sucesivas generaciones la historia social subterránea latinoamericana. Donde los hombres y mujeres de esa “América Profunda” van trasmitiendo a sus hijos y sus nietos, los códigos, los valores, el habla, las aspiraciones, las otras ideas que se elaboran en el imaginario de las clases subordinadas, en debate y confrontación con las visiones del mundo de origen europeo incorporadas por los sectores criollos dominantes (…). Procesos que fueron alimentando las identidades populares, vertebrando las nuevas realidades nacionales y continentales, expresadas políticamente en momentos decisivos, en proyectos, liderazgos, construidos alrededor de convocatorias para la formación de la dignidad nacional y social”(A. Argumedo, Los silencios y las voces en América Latina, 2006, p:25).

i. Pueblos Originarios y Multiculturalismo

“Para ellos, nuestras historias son mitos. Nuestras doctrinas son leyendas. Nuestra ciencia es magia. Nuestras creencias son supersticiones. Nuestro arte es artesanía. Nuestros juegos, danzas y vestidos son folclore. Nuestro gobierno es anarquía. Nuestra lengua es dialecto. Nuestro amor es pecado y bajeza. Nuestro andar es arrastrarse. Nuestro tamaño es pequeño. Nuestro físico es feo. Nuestro modo es incomprensible”. EZLN [2] (CCRI-CG)

América Latina, Abya Yala, es una región donde conviven sustanciales diversidades bajo una cortina de humo impuesta desde los sectores poderosos, utilizando para ello una herramienta infalible: “la violencia”. Esta violencia de la diferencia (Figari; 2008) radica en la afirmación de una existencia: “europeo, blanco y civilizado”, a partir de la negación de otra: “indígena, inferior e incivilizado” [la barbarie]. Dando lugar, entonces, a un otro dominante y un otro subalterno.

“El pueblo de los americanos no es susceptible de ninguna forma de civilización. No tiene ningún estímulo, pues carece de afectos y pasiones. Los americanos no sienten amor, y por eso no son fecundos. (…) incapaces de gobernarse, están condenados a la extinción” (Kant 1775, citado por Argumedo A. en Los silencios y las voces en América Latina, 2006:19).

Esto hace al colonialismo cultural e ideológico que desde hace siglos y aún hoy sigue claramente en pie. Ésta trans-episteme euro-céntrica (Argumedo; 2006) que atraviesa al pensamiento y accionar latinoamericano es la que ha facilitado la implementación y adopción de la forma –moderna- de Estado unicultural (homogéneo). Justificando, entre otras cosas, el exterminio de enormes masas de indígenas y/o su sometimiento pleno a la forma de vida occidental (y católica).

En los últimos tiempos, con el proceso de (re)estructuración del sistema capitalista en su nueva fase neoliberal-globalizada se ha comenzado a desarrollar un proceso al cual Zizek (1997) denomina de “auto-colonización”. Esta nueva etapa capitalista ha venido de la mano del discurso multicultural, que consiste en un eurocentrismo “respetuoso” de las culturas locales. Por ello el autor sostiene (y nosotros nos adherimos a la idea) que el multiculturalismo es una forma de racismo con distancia, claramente visible en el auge por las comidas étnicas, las artesanías autóctonas, y otras cuestiones que hacen al “folklore” local.

“(…) el respeto multiculturalista por la especificidad del otro es precisamente la forma de reafirmar la propia superioridad” (Zizek; Multiculturalismo o la lógica cultural del capitalismo multinacional; 1997: 22).

Este discurso impuesto desde las clases dominantes, para mantener y reproducir su hegemonía, se ha materializado en la región a través de una importante cantidad de legislación, que de hecho jamás ha sido respetada y/o aplicada correctamente. En el caso argentino esto comenzó con la incorporación del artículo 75, inc. 17 [3] a la Constitución Nacional en 1994.

Siguiendo a Zizek (1997) es posible pensar que el multiculturalismo es racismo con distancia, puesto que si se aceptara que existe racismo de facto, tanto en los discursos como prácticas de las clases dominantes, su poderío se vería socavado por una importante crisis axiológica e ideológica –por parte de la sociedad civil-. Lo que nos conduce a que la mera consecución de derechos es una forma de “legalizar” el racismo. Profundizando de esta manera un proceso de integración de los otros al sistema vigente, desapareciéndolos y neutralizándolos como actores políticos.

Además es importante mencionar que dicho colonialismo ideológico-cultural no deja de re-producir representaciones falsas y erradas sobre los otros, como por ejemplo acusar a los indígenas de vagos, indecentes, golpeadores, etc. A propósito de esto, en el sur argentino (es el caso de la provincia de Neuquen) es muy común escuchar que los mapuches siempre han sido vagos, y ese es su verdadero problema, lo que para nada se aleja de lo que Kant sostenía hacia 1775 “Los americanos (…) no se preocupan por nada y son perezosos (…)”. Quedando en evidencia que el racismo y la negación frente a la diversidad étnica-cultura sigue tan presente (más o menos encubierta) como hace medio siglo atrás.

Todo esto nos obliga a acercarnos y conocer con mayor agudeza de qué se trata el otro proyecto. ¿Qué es un Estado PLURICULTURAL y/o PLURINACIONAL?

ii. Estados Plurinacionales. ¿Otra democracia es posible?

Ya hemos dicho que los Estado modernos se constituyeron como estados uni- nacionales, puesto que la concepción liberal sostiene que existe una coincidencia entre estado y nación (por eso se denominan Estados-Nación). Lo cual está estrechamente ligado a una única cultura entendida como “lo culto”, a partir de una visión excluyente, homogeneizante y elitista (cuando se habla de “la Nación Argentina” o de “la cultura Argentina” haciendo hincapié en la singularidad, se reproduce esta visión reduccionista y hegemónica). De esta manera los otros subalternos pasan a la exclusión a través de un proceso de negación institucionalizada (aún hoy en ámbitos cotidianos y académicos se sigue repitiendo que Argentina es un país blanco).

“Los indios, para el poder, estaban fuera de la política, fuera del Estado, fuera de la República, fuera del presente y de la historia. El orden que se construye los excluye de facto y de juris. Para ser ciudadano es necesario ser blanco-mestizo, es necesario tener rentas, saber leer y escribir. Y es una exclusión que se hizo desde la razón, que se justificó y legitimó desde ese entramado conceptual, teórico, axiológico y normativo dado por la modernidad” (Dávalos; Movimientos indígenas en América Latina: el derecho a la palabra; 2006: 25).

La NACION Argentina= Civilización (Vr. Barbarie= Otro= indígena) = mestizo- blanco

Todo esto se construyó sobre la base de la razón moderna y se materializó en lo que se denomina el constitucionalismo moderno. Frente a esto, a partir de las décadas de los ´80 y ´90 con el recrudecimiento de las políticas neoliberales, los pueblos originarios emergieron como actores políticos, cuestionando el mencionado constitucionalismo moderno.

Sus prácticas socio-políticas y culturales (ancestrales), como así también sus años de resistencia y lucha hacen que hoy sean portadores de una nueva forma de entender al Estado (incluso a la democracia). Esta reconstrucción del Estado sobre la base del reconocimiento de la diversidad implica un nuevo constitucionalismo caracterizado por la plurinacionalidad, pluriculturalidad, plurietnicidad, interculturalidad e intraculturalidad.

ii.a. La plurinacionalidad parte de una concepción no liberal de nación, una visión comunitaria que no encuentra sus límites en el Estado. Dicha forma de concebir a la nación conlleva la idea de autodeterminación [4] [no de independencia].

La Asamblea Nacional de organizaciones indígenas originarias, campesinas y de colonizadores de Bolivia (2006), define al Estado Plurinacional de la siguiente manera:

“Modelo de organización político para la descolonización de nuestras naciones y pueblos, reafirmando, recuperando y fortaleciendo nuestra autonomía territorial, para alcanzar la vida plena, para vivir bien y con una visión solidaria (…)”.

Esta descolonización implica una justicia cognitiva e histórica (Sousa Santos, 2007), lo que se traduce por un lado en el reconocimiento de aquellos saberes ancestrales no científicos. Lejos de menospreciar al conocimiento científico y reconociendo su importancia y aportes, es necesario “rejerarquizar” los otro.

http://www.revistapueblos.org/spip.php?article1757

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