domingo, 14 de noviembre de 2010

El Enigma de la Deuda Externa

Ricardo Sánchez Ángel, Doctor en Historia Profesor Universidad Nacional.
Edwin Andrés Martínez, Economista Profesor Universidad La Gran Colombia.

El capitalismo en sus diferentes etapas de desarrollo tiene como una de sus características la concentración y centralización del capital. En el primer caso, este fenómeno se explica por la acumulación y la competencia. En la centralización juega un papel importante el crédito. Bajo el capitalismo de “libre competencia”, la concentración con nuevos capitales y la difusión de la propiedad permitieron la consolidación de varios países desarrollados, particularmente Europa y los Estados Unidos.

La deuda pública ha operado como poderoso motor de la acumulación originaria, tiene una larga historia, internacional, en que la explotación colonial directa e indirecta, el intercambio desigual, la exportación de capital y el endeudamiento externo resultan factores decisivos en la generación de ganancias extraordinarias en los países del alto capitalismo, en detrimento de las posibilidades de desarrollo en el Tercer Mundo.

En nuestros países, unos más que en otros, se han dado procesos de industrialización, urbanización,  transformación de sus estructuras agrarias, mejoramiento de la productividad, a costa de una inmensa fuga de riquezas y la reproducción de la estructura básica del atraso.

Uno de los componentes de esta estructura económica, política y jurídica es la deuda externa en su doble acepción de mecanismo generador de explotación económica y dependencia-dominación en el plano político, convirtiéndose en dispositivo de chantaje permanente y sostenimiento de la hegemonía político-militar del centro metropolitano.

Es en este contexto que debe analizarse la política de “sostenibilidad” de la deuda externa pregonada por el gran capital financiero internacional a través de sus organismos: el Fondo Monetario Internacional, el Banco Mundial y el Banco Interamericano de Desarrollo. La Iniciativa para los Países Pobres Muy Endeudados (Ver www.imf.org/external/np/exr/facts/  spa/hipcs.htm) dirigida por el FMI y el BM y aplicada a 36 países, de los cuales 30 pertenecen al continente africano, contempla el establecimiento de una serie de condiciones para acceder al programa de alivio de la deuda, entre las que se encuentran tener un “buen comportamiento” en el pasado, que no es otra cosa sino la tradición del país en cuanto a la ejecución y aplicación de políticas y reformas con los parámetros del FMI y el BM.

Esta vieja receta fue aplicada por primera vez de forma masiva en el escenario de la crisis de la deuda de los años ochenta en América Latina, que estuvo precedida por el intento del capital internacional por mantener las tasas de ganancia logradas hasta comienzos de los años setenta por la vía de la exportación de capital hacia la periferia y el mayor asentamiento de las transnacionales en la región. La imposición de los planes de alivio Baker y Brady cuyo complemento de política fue el desarrollo de las denominadas “reformas estructurales” hacen parte del mismo escenario. Hoy asistimos a la aplicación de la misma receta en muchos países del mundo, pero con un elemento adicional: el endeudamiento de la región ahora se realiza con participación creciente de la banca comercial internacional, lo cual supone un mayor grado de vulnerabilidad.
La historia reciente muestra que las políticas económicas del programa del neoliberalismo de la globalización fomentan la dependencia respecto al endeudamiento, dado que las medidas de liberalización, exenciones tributarias al gran capital, fomento de la economía agroexportadora y minera, conducen a la agudización del
intercambio desigual y por tanto a una mayor transferencia de valor hacia el alto capitalismo de acuerdo
con las pautas del Consenso de Washington. Así las cosas, la necesidad de endeudamiento se convierte en un mal endémico paralas economías periféricas. Los elevados niveles de endeudamiento presente de los países más pobres del mundo, muestran que la tesis según la cual la deuda externa es un mecanismo eficiente para financiar el desarrollo es una quimera. El endeudamiento externo no financia el desarrollo.
 
De acuerdo con la CEPAL, la deuda total latinoamericana pasó de 259 mil millones de dólares en 1980 a más de setecientos mil millones en 1999 (www.eclac.org). La gravedad del incremento se mide en que en 2008, con una muestra de 10 países de la región, incluida Colombia, el monto de la deuda fue de 839.989
millones (www.worldbank.org/qeds). La mayor parte de los países más pobres de la región, cargan niveles de deuda que consume el 50% o más de sus ingresos por exportaciones. Para el caso específico de Colombia, de acuerdo con las estimaciones del Banco de la República (www.banrep.gov.co), la deuda externa pública pasaría de 25.444 millones de dólares en 2004 a 46.609 millones en 2014, es decir, experimentará un aumento de 83%. Entre tanto, el servicio de la deuda, que incluye amortizaciones e intereses, proyectado para este mismo periodo es de 64.365 millones de dólares, es decir el 50% del PIB del
año 2004. Para este año, la deuda externa total será el 21.8% del PIB. Del presupuesto de 147,3 billones de pesos aprobados recientemente por el Congreso para la vigencia fiscal de 2011, se destinarán 35,3 billones, es decir un 23.9%; Entre tanto los 900 mil millones que el Estado le debe al sector hospitalario no fueron considerados dentro del presupuesto aprobado. Como puede observarse la extracción de recursos por parte de los organismos internacionales de crédito representa un obstáculo fundamental al desarrollo económico y social, a la universalización de los derechos a la salud, educación, vivienda, entre otros. Entonces, el enigma de la deuda queda en sus platas: beneficia a los acreedores y empobrece a los países deudores.
 
Es evidente la importancia del problema de la deuda externa en el análisis de la realidad nacional. Su ausencia en los análisis y en el programa de la izquierda colombiana es una gran debilidad que debe ser subsanada si queremos responder a los grandes desafíos que impone la construcción de una nueva república en la que los derechos básicos de la población estén asegurados.


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