jueves, 10 de junio de 2010

Defendiendo la Abstención Activa

En estas elecciones tan polémicas, dónde el país se ha dividido en dos grandes personalismos, he sido increpado por mi decisión honesta y democrática de tomar una vía alterna: la abstención. ¿El argumento? No sólo hay uno, existen varios. El primero de todos lo vengo escuchando incluso con anterioridad a la coyuntura electorera actual, otros sólo los he escuchado –y he sido víctima de ellos- en éstas elecciones, es decir, parece ser un argumento meramente coyuntural. El primero que mencioné afirma que quien se abstiene de votar pierde poder de decisión, es antidemocrático y permite que otros decidan por él. Argumento notablemente contradictorio, fundamentalmente porque toda democracia representativa implica enajenar el poder popular, el poder de decisión mediante un fetiche particular: el sufragio. Votar es, entonces, transferir el poder de decisión propio y entregarlo a un tercero, a un representante. Supone erróneamente que con el voto se agota la participación política, restringe la capacidad colectiva de acción política y legitima un ideal político que -a mi modo de ver es incorrecto- excluye de la ciudadanía la obligación moral de ser un ente de control de la acción gubernamental y disminuye su capacidad política, en definitiva, establece una idealización del voto que reduce la democracia y la política a un mero acto de elección cuatrienal.

Pero debido al contexto y al tono que ha adquirido la contienda política aparecen nuevos argumentos: que con la abstención se apoya la deshonestidad, que es entreguismo político, que es complicidad con gobiernos corruptos futuros, que implica el apoyo a la ilegalidad, que con ésta se apoya un gobierno extranjero, en fin, varios tópicos que en vez de hacer un llamado a la conciencia lo que implican es un llamado al miedo y la etiquetación de las personas como “terroristas”, ”bandidos”, “corruptos” y otros apelativos claramente ofensivos. Estos llamados para conseguir votos adolecen de un grave problema antidemocrático: satanizan el pensamiento diferente.

El problema del maniqueísmo político deja consigo muchas enseñanzas históricas, entre ellas, que antes del advenimiento de gobiernos totalitarios, autocráticos y autoritarios se ha recorrido siempre el camino de la ofensa y la división entre un grupo “elegido y bueno” y un “otro” definido siempre como el enemigo que debe ser sistemáticamente eliminado –no simplemente físicamente, también mental y simbólicamente-. Léase esta columna no sólo como una defensa de la abstención activa y como una posición, legítimamente democrática, de acción política –que lo es-; sino también como una defensa del pensamiento diferente y como una alerta contra todo tipo de maniqueísmo político que puede derivar en un holocausto lamentable. Pero la división y la polarización política no es el único efecto de las tesis coyunturales manejadas hoy día para atraer votos, éstas también se alimentan y defienden una idea de política y democracia restrictiva. Casualmente la misma denunciada en el primer párrafo.

Amigos opositores al uribismo ponen en duda mi carácter de opositor. Afirman que al no apoyar a Mockus me estoy entregando a Santos, que estoy legitimando la corrupción y la violencia. ¡Argumento falaz y grosero! Respeto totalmente su posición de apoyar a un candidato como el mejor o como “el mal menor”, pero no la comparto en esta coyuntura. El Senador Jorge Robledo y el Representante a la Cámara Navas Talero –grandes enemigos de la corrupción, por lo que el argumento anti/abstencionista no se sostiene-, fueron los primeros (seguidos por la Senadora Piedad Córdoba) en denunciar la coyuntura política como incompatible con grandes principios de sus partidos. A mi entender esta elección plantea algo así como un Frente Nacional neoliberal: no me siento representado por ninguno de los dos candidatos ni en sus políticas ni en sus filosofías. Pese a ello, respeté la decisión del PDA de presentar una carta para un acuerdo programático a Mockus –decisión no sólo polémica dentro de las toldas del partido, sino además, una decisión noble luego de la satanización de la que fueron víctimas por parte del candidato verde-, posición que fue rechazada como todos los lectores y lectoras deben saber; así también respeté la posición de algunos liberales de oposición al apoyar a Mockus.

Por otro lado, creo firmemente en una política comprometida, en la defensa de mis ideales y en la acción política que se vindica a diario; que se hace real y concreta, no solamente en las grandes salas de los Poderes Públicos, sino que también la acción política y colectiva tiene que ser cotidiana. Que todo régimen democrático requiere no sólo la acción sufragista, que la representatividad tiene un límite y que los vacíos que deja sólo pueden ser llenados mediante la acción política cotidiana. Creo que existe una oposición más digna que la de apoyar un candidato que ha sido impuesto mediáticamente a la opinión pública, creo que la política está más allá de una decisión cada cuatro años y mucho más lejana de las oscuras intenciones con las que las encuestas deciden con anterioridad a las mismas elecciones. Creo que los candidatos no pueden ser impuestos a la opinión pública so pretexto del apoyo a la corrupción, al terrorismo y apelando al miedo.

Espero que todas aquellas personas que han rechazado mi posición tengan también la entereza de defender sus ideales –cualesquiera éstos sean- luego que su candidato gane o pierda; que se hagan partícipes de la vida política exigiendo a los políticos por quienes votaron que cumplan con el mandato que se les ha delegado y, que en caso de que el candidato de sus preferencias pierda, también sigan en una actitud política activa, demandando y exigiendo por el bien de la patria. Creamos en la participación ciudadana como un elemento indispensable de la democracia y desacralicemos la institución del voto que –siendo importante- es claramente insuficiente.

Por: Bender

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