jueves, 10 de junio de 2010

DOS SUCESOS DE LA POLÍTICA

Con el inicio del mes de Junio de éste año la actualidad política ha traído consigo numerosos sucesos que dejan tras de sí enseñanzas de suma importancia. De no ser grandes parangones, por lo menos se puede hablar de elementos políticos que podrían marcar de manera considerable la manera de actuar y ver la política en un futuro próximo. Los dos sucesos a los que me refiero son disímiles en el espacio y en el ámbito de influencia al que atañen, pero dada su importancia y la manera en que ocurrieron tienen redes invisibles que sirven como ejes de argumentación transversal para alimentar la acción política de la ciudadanía colombiana. Hablo por supuesto de lo ocurrido en Israel y Colombia.

Pero ¿cómo relacionar temas tan dispares y de países en apariencia tan diferentes? La conexión no la he hecho voluntaria ni arbitrariamente. Por el contrario, el mérito de ésta conexión compete exclusivamente al tino político de la Senadora Piedad Córdoba. Fiel activista en defensa de los Derechos Humanos, en las salas del Congreso de La República de Colombia denunció el ataque israelí a la flotilla humanitaria.

Evidentemente este acto desproporcionado ha suscitado la reacción y una inagotable controversia con el Estado de Israel. En primer lugar –aquí el tejido que permite relacionar las dos realidades- un Estado definido por cruentas luchas contra las insurgencias y los terrorismos fundamentalistas, Estados de Seguridad que argumentan tesis altamente controversiales, empiezan a ser acusados justamente por activistas de Derechos Humanos y por instituciones internacionales y multilaterales como actos desproporcionados y violatorios de Derechos Fundamentales. No hace mucho que el propio presidente estadounidense, de ése entonces, -George Bush- proclamara la tesis del ataque preventivo; tesis misma que no ha dejado de mostrar su inconveniencia y una contradicción casi plena con los límites del Derecho internacional Humanitario. Estados como Israel y Colombia –con la tesis de la “persecución en caliente”- sostienen doctrinas similares que han puesto de nuevo la discusión sobre los límites de la soberanía de los Estados; los límites del uso legítimo de la fuerza; la legitimidad misma de la fuerza en acciones que no la requerirían (envuelto en el misterio el ataque a la flotilla todavía se sostiene de la parte Israelí que los activistas estaban armados, mientras el Estado Turco y organizaciones defensoras de Derechos Humanos reiteran el carácter netamente humanitario de la misión); y ha centrado de nuevo la discusión sobre el terrorismo ya no sólo como un monopolio propio de fundamentalistas religiosos fuera de occidente, sino que ha centrado la atención pública sobre el Terrorismo de Estado en países de occidente, donde la obsesión por la seguridad los lleva a legitimar lo ilegítimo: toda acción de terror contra civiles desarmados, toda acción de guerra desproporcionada violentando el DIH.
Claro que éste tema tiene que llamar la atención de la Sociedad Civil colombiana. Claro que el tema de los DDHH no puede dejarse de lado en ningún país del mundo, mucho menos en Colombia donde se hace necesario revitalizar la política de elementos fundamentales para la convivencia y la construcción de una patria distinta. Lamentablemente, en plenas elecciones éstos temas adquieren sólo relevancia tangencial –cuando para nuestro país deberían ser temas centrales-. Candidatos que se abanderan de la ética y de la unidad nacional hacen oídos sordos de ésta materia tan importante. Tan sólo ayer escuché a Antanas Mockus hablar de la inconveniencia (ética) del Acuerdo Humanitario, vindicando la tesis que Gustavo Petro sostuviera en su Facebook de que el candidato Verde usa un discurso fuerte contra el Polo, y un discurso de mano firme para hacerse con los votos del Uribismo blando. De Santos mejor ni hablar, ya se puede intuir –como candidato oficial- su postura frente al Acuerdo Humanitario. ¿y quién se preocupa de las víctimas?

Aquí saltamos directamente al segundo tema que ocasiona la reflexión. La coyuntura electoral: la Senadora Piedad Córdoba en el mismo discurso –reivindicando lo sostenido en el último Congreso Liberal- hablaba de la necesidad de revitalizar el Partido Liberal.

¿La propuesta? Cumplir con el sueño del doctor Gaitán de llevar el Partido a las masas: Una gran Constituyente Liberal. Así, Perpleja frente al arribismo político de la bancada liberal, la Senadora Córdoba y el sector gaitanista del partido, fiel al ideario socialdemócrata que profesan, tienen que defender su carácter de oposición y poner en cintura aquellos congresistas que hoy abandonan las toldas del Partido sin miramientos frente a los principios que los rigen. De todas maneras hay un sector digno en el Partido Liberal que quiere llevar al liberalismo por las sendas de la equidad y acercar a la colectividad a las masas. Que considera que reivindicar la importante necesidad de “la restauración moral y democrática de la república” es una prioridad en el país –sí, parece que antes de Mockus ya existía en la política colombiana un discurso ético y moral, que no estaba divorciado de las reivindicaciones sociales y la equidad-. Si se quiere buscar nuevas formas de hacer política bien podríamos mirar el pasado, bien se podría releer a Gaitán y al gran Uribe (el bueno, Rafael Uribe Uribe), bien se podría escuchar a la Senadora Piedad Córdoba y sus propuestas innovadoras, incluyentes y democráticas (quitándonos, claro está, el sesgo mediático de verla como aliada del terrorismo y como una aliada de Chávez, bien podríamos aceptar la oposición democráticamente y sin sectarismos, olvidando lo que se ha dicho falsamente de ella, dejando de creer que son los cuernos de Satán lo que lleva bajo el turbante y aceptándola como una Colombiana digna, justa y negra, como los grandes negros a los que nunca se han dignado a escuchar en este país las élites políticas). Así, parece existir una separación sumamente preocupante entre la realidad social y la campaña electoral.

En éstos días también fue noticia (parece que para los grandes medios no lo fue, ni mucho menos para los dos candidatos que van a segunda vuelta) el informe de la ONU sobre la pobreza en Colombia. Y digo que pasó sin pena ni gloria porque ninguno de los dos ha chistado media frase de preocupación por las alarmantes cifras. Éste también debería ser un tema de discusión e incumbencia nacional que lamentablemente pasa de largo. Es lamentable que las únicas tres candidaturas que ofrecían soluciones a éste tema y lo consideraban central hayan quedado fuera de toda discusión, siendo particularmente el candidato amarillo, satanizados. Me refiero claro está a los candidatos Gustavo Petro, Araujo y Rafael Pardo.

Hay otros elementos sin los cuales no quiero finalizar esta sencilla reflexión. Creo importante que hoy se hable de corrupción como un enemigo de lo político y que su finalización se considere un objetivo de vital importancia para la Política. Lo que realmente es preocupante es que considero que el abanderado de la lucha contra la corrupción tiene nociones sumamente sesgadas al respecto. Consideremos lo siguiente para aumentar la reflexión:
Primero, toda ética democrática en contra de la corrupción no se puede considerar única y excluyente frente a otras visiones que alimenten –democráticamente y mediante el diálogo- una lucha que tiene que avocar a toda la sociedad colombiana. En segundo lugar, que la discusión partidista y democrática, y, que la negociación no son sinónimos de corrupción, que la política no implica un escenario altamente negativo, sino que por el contrario hay que rescatar la política y llevarla al seno de la ciudadanía, es decir, ser más políticos. Contrario a lo que hoy se argumenta en el partido verde, las democracias modernas se alimentan del dialogo y de concesiones que no afecten principios fundamentales; posiciones altamente sectarias pueden derivar en políticas altamente autocráticas, autoritarias y sumamente violentas. Tercero, que en un país con inequidades tan grandes como Colombia no se puede hablar de ética por un lado, y deslegitimar a partidos que piensan que la equidad social es una prioridad, una prioridad también ética.

Espero que estos temas expuestos sirvan para alimentar una noción distinta de la ética y de la política. Que nuevamente ponga el centro de la discusión no sólo en los medios (dinero y Ley) para alcanzar los objetivos sociales del Estado Colombiano (objetivos constitucionales, no se les olvide), sino que le dé su justo escenario a aquellos fines esenciales del Estado.

-Mientras escribo estas letras leo en el espectador que la Senadora Piedad, frente al futuro que se prevé con los dos candidatos, ha pedido al Presidente Uribe apostar por el Acuerdo Humanitario.

POR: BENDER

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